Demi Moore y Tallulah Willis, una de las tres hijas que la actriz tuvo con Bruce Willis. La joven de 25 años habló sobre el alcoholismo que padecieron su madre y ellas mismas durante la convivencia (Facebook)
Las memorias de Demi Moore muestran a una mujer en estado crudo y puro. Algunos vieron en ella a una rebelde sin causa; otros, a una estrella inalcanzable; los demás, a un ser humano que había sufrido demasiado y que llevó como pudo el peso de la fama mundial. Sus hijas... a una madre a la que amar y a la que debían de compartir con millones de anónimos que la juzgaban a cada paso.
Lo cierto es que la protagonista de Ghost, una de las máximas figuras de Hollywood, supo capear todas las tempestades que se le presentaron. Incluso la que más hizo sufrir a su círculo íntimo: su adicción al alcohol.
La mujer de 56 años -para quien el tiempo parece no haber pasado- aceptó sentarse frente a una cámara de televisión junto con las tres hijas que tuvo con Bruce Willis -Rumer, Scout y Tallulah- para discutir sobre los detalles aparecidos en la autobiografía Inside Out, uno de los más celebrados best sellers de los últimos tiempos en los Estados Unidos.
Durante la entrevista conducida por Jada Pinkett Smith, la menor de las hermanas, Tallulah, fue consultada respecto a ese lado oscuro de su madre. Pero específicamente, la conductora preguntó acerca de lo que ella había sentido al ver a Demi en estado de ebriedad. “Es como si el sol se hubiera puesto y un monstruo hubiera venido”, afirmó Tallulah sobre los momentos en que su madre había bebido en exceso.
“Recuerdo solo la ansiedad que surgía en mi cuerpo cuando sentía que sus ojos se estaban cerrando un poco más... por la forma en la que hablaba. O que sería mucho más cariñosa conmigo si no estuviera sobria”, añadió la joven de 25 años.
“Era muy extraño, y había momentos en los que nos enojábamos. Recuerdo estar muy molesta y tratarla como a una niña y hablarle como a una niña. No era la madre con la que habíamos crecido”, dijo Tallulah con Demi sentada frente a ella. “Era todo adverso”, aportó Rumer, la mayor de ellas (de 31 años) cuando fue su turno.
La mala relación con sus hijas -y la profundización de sus adicciones- llegaron tiempo después de que Moore se separara definitivamente del actor Ashton Kutcher. “Estaba luchando mentalmente, y no se cuidaba”, confió una fuente cercana a la mujer a la revista People. “Ella tampoco tenía la mejor relación con sus hijas, y su vida se convirtió en un caos”.
El éxito de un libro revelador
La vida de Moore parece lejos de las imágenes glamorosas que ha mostrado durante décadas. Hace pocas semanas, cuando comenzaron a difundirse algunos detalles de sus memorias, se entrevieron algunas sombras en el perfil de la protagonista de películas como Propuesta indecente o La teniente O’Neil.
El libro, escrito en colaboración con Ariel Levy, salió en septiembre pasado en los Estados Unidos. Revela intimidades como la pérdida de un embarazo avanzado a los 42 años, el vértigo autodestructivo de sus padres, una violación a los 15 años, la adicción a distintas sustancias, las relaciones abusivas y los trastornos de alimentación detrás de la máscara hermosa. “He tenido una suerte extraordinaria en la vida: tanto buena como mala suerte”, escribió la actriz. “Escribir todo me hace comprender que mucho fue muy loco, muy improbable. Pero todos sufrimos, y todos triunfamos, y todos podemos elegir cómo sostener ambas cosas".
El día que tocó fondo
“La misma pregunta me daba vueltas en la cabeza: ‘¿Cómo llegué hasta aquí?’”, comienza el prólogo.
La perspectiva parece abstracta: “Tenía casi 50 años. El esposo que había pensado que era el amor de mi vida me había engañado, y a continuación había decidido que no quería sacar nuestro matrimonio adelante. Mis hijas no me hablaban: ni llamadas de feliz cumpleaños, ni textos de feliz Navidad. Nada. Su padre —un amigo con el que había contado durante años— ya no era parte de mi vida. La carrera por la que había luchado para crear desde que me fui del apartamento de mi madre a los 16 años se había estancado, o acaso había terminado”.
Sin embargo, el punto de vista es otro: Moore está semiinconsciente, en un sillón, sufriendo convulsiones tras una combinación de alcohol, marihuana sintética y óxido nitroso.
Apenas logró gritar ”¡No!” cuando entendió que iban a llamar a la línea de emergencias. “Sabía lo que seguiría: la ambulancia, los paparazzi, el anuncio en TMZ: ‘¡Demi Moore ingresada de urgencia en un hospital por drogas!’”.
Todo eso pasó. Pero hubo algo distinto, agregó: “Decidí quedarme inmóvil, tras una vida de huir, y enfrentarme. Había hecho mucho en 50 años, pero no creo haber vivido mucho, realmente, porque pasé la mayor parte de ese tiempo presente a medias, asustada de ser yo, convencida de que no merecía lo bueno, y tratando desesperadamente de arreglar lo malo”.
Hoy, sus hijas están a su lado y saben -no solo porque lo leyeron, sino porque lo vivieron- las pesadillas que atravesó una de las mujeres más talentosas de la industria cinematográfica. La misma que muestra una figura impoluta para el exterior, pero que convive y lucha diariamente contra sus fantasmas.