“Y enfatizo la evolución porque yo no cambio, evoluciono. Necesito reinventarme. Y este disco ha sido sin duda el más extremo. No sé qué haré después de haber llegado tan lejos en mi música y mi carrera. Tengo la impresión de haber llegado más que nunca al extremo”.
El extremo no es la retirada, sino la certeza de haber colocado un jalón que predispone un concierto en el Teatro Real de Madrid (17 de diciembre) y una gira que se sobrepone a la anterior, de tal forma que Raphael todavía tiene “agendados” conciertos hasta 2021.
Habrá cumplido entonces 78 años. No los aparenta, menos aún con la indumentaria de vaqueros y chupa de cuero con la que nos recibe en su imponente mansión madrileña. Y quien dice madrileña dice ibicenca, pues la arquitectura mediterránea de la villa, las paredes encaladas y las palmeras contradicen la impresión de encontrarnos en la opulencia de los casoplones circundantes. Debería existir una fórmula intermedia entre el usted y el tú para tratar a Raphael. Demasiado solemne el usted para un personaje tan afable en la corta distancia. Y demasiado cordial el tuteo para las formalidades de un señor tan importante al que acabas de conocer.
Tan importante que entre los altares paganos del salón y los retratos de los lienzos impresionan las fotos dedicadas por Juan Pablo II, Marcel Marceau o Richard Nixon, aunque ninguna de ellas destaca más que la de Enrique Moreno, el médico que le intervino hace 15 años para trasplantarle el hígado.
Se confía o se confiesa Raphael al abrigo de una sugestiva, sugerente, colección de iconos rusos. Por devoción a ellos. Y por la devoción de la madre Rusia a Raphael. La visitó por primera vez en 1969, cuando no había siquiera relaciones diplomáticas entre Madrid y Moscú. Y regresará en marzo, no ya para jalonar la gira internacional, sino para confirmarse como incentivo de matriculación de castellano en el Instituto Cervantes. “Es verdad que muchos rusos han aprendido español con mis canciones. Y que a veces ellos mismos me reprochan en mis conciertos los cambios de palabras que hago. Porque cometo gazapos. O porque me gusta alterar las letras espontáneamente. El escenario es un lugar de vitalidad y de inspiración. Un hábitat donde tu olor artístico te va llevando por donde puedes ir o donde no puedes hacerlo. Creo que RESinphónico va a provocar un gran impacto. Es un re-salto de mi carrera. Una re-invención”.
FUENTE: elpais.com